Esta historia puede ilustrar como nuestra percepción de la realidad, forma nuestras reacciones, y como éstas pueden transformar nuestra “realidad”.
La Historia
Un poderoso samurai, reconocido por su destreza en batalla y su temperamento de guerrero, quería entender el significado del cielo y el infierno, y sus diferencias. Buscó, entonces, a un reconocido monje zen. Cuando finalmente llegó al monasterio donde éste enseñaba, el samurai preguntó al monje:
- Explícame qué es el cielo y qué es el infierno? y cuáles son sus diferencias!.
El monje, con calma, miró al samurai y le dijo:
- ¿Cómo te lo voy a explicar a ti, ignorante, con las manos llenas de sangre. Y tan prepotente. No mereces que te lo diga.
El samurai, ofendido y enfurecido por las palabras del monje, desenvainó su katana y, con los ojos llenos de ira, se acercó con la espada al monje.
El monje, sin inmutarse, lo miró a los ojos y le dijo con serenidad:
- “Eso” se parece al infierno.
El samurai, sorprendido por la respuesta y comprendiendo de repente la sabiduría del monje, guardó su espada y se emocionó. Sonrió, lleno de gratitud y respeto por el monje que para hacerlo experimentar la respuesta a su pregunta, hasta tomó riesgo de vida.
El monje, entonces, con la misma tranquilidad, le dijo:
- Y “eso” se parece al cielo.
El verdadero poder reside en la percepción que se forma en nuestra mente sobre la experiencia de la realidad. En esta historia vemos un ejemplo de cómo nuestras emociones y reacciones pueden crear nuestro propio cielo o infierno. Como cuando nuestro colega, jefe, pareja, etc. dan opiniones, o juicios. O una persona que no conocemos no respeta las reglas de tránsito. La ira y la agresión nos llevan (al menos por un momento) a algo que se parece al “infierno” (independientemente del evento). En vez, la comprensión, el respeto, y la compasión (incluyendo compasión por MI) nos llevan a algo que se parece al cielo (al menos por un momento).
Que practicar:
Simplemente llevar la imagen de nuestro samurai, y la presencia para recordar que podemos siempre decidir en cada momento.
Las circunstancias No tiene emoción en si mismas. Yo puedo, en gran medida, decidir: saco la katana, o la dejo guardada y sonrio.
Simple, muy simple. Pero no fácil.
Buena práctica y buena diversión :-))
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